Los problemas de memoria en adultos mayores son una preocupación frecuente tanto para los propios pacientes como para sus familiares y profesionales de la salud. Es común escuchar frases como "no encuentro las llaves", "dejé la estufa prendida", o "no recuerdo si tomé el medicamento".
Estos olvidos, aunque muchas veces son parte del envejecimiento normal, también pueden ser señales tempranas de un deterioro cognitivo más serio. La clave está en saber identificar cuándo estos problemas comienzan a afectar la calidad de vida y la funcionalidad diaria.
¿Qué se considera un olvido normal?
En el proceso de envejecimiento, es habitual experimentar olvidos ocasionales. No recordar dónde se dejaron las llaves, dejar la luz encendida o tener dificultades para encontrar la palabra adecuada durante una conversación son ejemplos comunes de lo que se considera un olvido normal. Estos lapsos de memoria no interfieren significativamente con la vida cotidiana del adulto mayor.
¿Cuándo deja de ser normal? El inicio del deterioro cognitivo
La diferencia principal entre un olvido normal y un Deterioro Cognitivo más grave radica en el impacto funcional. Es decir, cuando los problemas de memoria comienzan a interferir con la capacidad de realizar actividades esenciales del día a día, estamos ante una situación que requiere atención médica especializada.
En Geriatría, se valoran dos tipos de funciones para determinar la calidad de vida:
- Funciones básicas de la vida diaria: como vestirse, comer, caminar o higienizarse
- Funciones instrumentadas: tareas más complejas como manejar dinero, administrar medicamentos o utilizar medios de transporte
El deterioro suele iniciarse en estas funciones instrumentadas. Un adulto mayor puede empezar a perder el control de su medicación, no recordar si ya tomó la dosis o incluso repetirla, lo cual representa un riesgo. También puede extraviar objetos importantes con frecuencia, como la billetera o el bolso. Estos signos iniciales no deben pasarse por alto.
La memoria pasada no siempre es un indicador fiable
Un error común entre familiares y cuidadores es asumir que, si la persona mayor recuerda con claridad eventos del pasado, no existen problemas de memoria. Sin embargo, la memoria a largo plazo suele conservarse en las etapas iniciales del deterioro cognitivo, mientras que la memoria reciente —esencial para el manejo cotidiano— comienza a fallar.
Por ello, es fundamental prestar atención a los cambios en la memoria funcional, más allá de los recuerdos de antaño.
Enfermedades que pueden contribuir al deterioro de la memoria
Diversas condiciones médicas pueden agravar los problemas de memoria en los adultos mayores. Entre ellas se encuentran:
- Deficiencias sensoriales, como pérdida auditiva o visual, que dificultan la percepción y comprensión del entorno
- Enfermedades Crónicas Degenerativas, como la Hipertensión Arterial, la Diabetes, el colesterol elevado o el sedentarismo
Estas condiciones afectan el cerebro a largo plazo y, si no se controlan adecuadamente, pueden acelerar el Deterioro Cognitivo.
Impacto familiar y emocional
El deterioro de la memoria no solo afecta al adulto mayor. A medida que la funcionalidad disminuye, las familias y cuidadores también enfrentan retos importantes.
La convivencia puede volverse compleja, especialmente cuando surgen Trastornos Neuropsiquiátricos asociados al deterioro cognitivo. Esto puede generar tensiones emocionales, sobrecarga del cuidador y conflictos familiares si no se cuenta con orientación profesional adecuada.
Evaluación Geriátrica Integral: clave para el diagnóstico
Para identificar y evaluar estos cambios en la memoria, los especialistas en Geriatría utilizan herramientas específicas dentro de la valoración geriátrica integral, particularmente en el apartado cognitivo. Algunas de las pruebas neuropsicológicas más utilizadas incluyen:
- MoCA (Montreal Cognitive Assessment)
- Mini-Mental State Examination (MMSE)
- Mini-Cog
- Prueba de las cinco palabras
Estas evaluaciones permiten determinar con mayor precisión el grado de afectación cognitiva y su impacto funcional, ayudando al médico a diseñar un plan de seguimiento o intervención adecuado.